El Terminal de buses
parecía un buen lugar
para transacciones de alto vuelo.
Bajó del autobús
tímida la mirada,
pidiendo perdón a los dioses
de las montañas altas.
Ya le bailaría a la Virgen
para purgar esa falta
en buenas manos crecería
y quizá terminara por olvidarla
Su pequeña hija
llevaba un pandero
con cintas rojas y amarillas
que sonaba fuerte
a la orilla del asfalto
El dinero sin hacer ruido
cambió de manos.
No obstante, yo que era testigo
de pena me fui encogiendo
Sin resistirse y contenta
se subio al bus jugando
con su pandero que suena
a despedida sin vuelta
A veces mira hacia el Norte
en mudo lenguaje
en mudo lenguaje
bailando con su pandero.
No olvida a su madre
que de lejos la cuida en el cielo